jueves, 19 de noviembre de 2009

Mor

Perdona, una duda existencial...

Encontrábame yo unos segundos ha planteándome cuestiones acerca del origen griego de nuestro extenso y tan inverosímilmente poco utilizado léxico, cuando, de pronto, un problema de categoría siete en la escala de Richter asaltó mi neurona, que de tanto leer Hamlet duda de todo y nunca llega a una respuesta afirmativa o negativa sobre nada. De hecho, de un tiempo a esta parte, sólo acierto a marcar la casilla de no sabe/no contesta, incluso en los exámenes tipo test que no tienen esa opción. ¡Y es que todo es tan surrealista cuando se analiza con determinación científica! ¡Ay de mí!

El caso es que me ha asaltado una duda sobre el Amor. Y lo escribo con letra capital no por elogiarlo, sino por resaltar el motivo de mis actuales quebraderos de cabeza. El caso es que no entiendo ciertas palabras, y esta es una de esas en las que mi neurona no está dispuesta a dialogar y discutir las posibles soluciones para dar con una respuesta válida. Y por eso te voy a preguntar a ti, que pareces una chica inteligente, de ciencias a la par que de letras, bilingüe y carismática. Perdemos miles de neuronas al día, la mía tiene sus segundos contados. Ayúdame, te lo suplico.

Bien, empecemos por las metáforas que se utilizan para describir al Amor: el amor es pasión. La pasión conlleva deseo. El deseo suele identificarse con el fuego (“ardo en deseos de…”). El fuego siempre se simboliza con una llama. La llama puede provenir del pebetero olímpico de Madrid 3086 o bien del mechero de un pirómano trabajador de una empresa química. La llama suele estar tachada con una señal de prohibido en esos mismos productos que cuida nuestro morboso pirómano. Y entonces (aquí llegamos al quid de la cuestión) se dice que ese producto es “inflamable”… No lo entiendo.

A ver. La entrada a un país puede ser legal (con todos los papeles en regla, o sin regla en el Vaticano) o ilegal. Un cuerpo bronceado al sol puede ser resistible (¿por los del Vaticano?) o irresistible (¿por los del Vaticano?). Este texto puede ser lógico (lo dudo) o ilógico.

“I”. Tercera vocal que aparece en el alfabeto español. Parece una vocal relegada, ya que siempre la utilizamos con desgana. Mola más la “a” que aparece en muchas palabras, o la “e” que nos hace sentir cultos cuando la utilizamos correctamente como nexo. Sin embargo, la “i” desempeña un papel fundamental. Niega. Forma antónimos.

Hasta aquí supongo que estarás de acuerdo. Pues bien, siguiendo la secuencia lógica anterior, explícame por qué i-nflamable quiere decir “propenso al fuego”. Insípido quiere decir que no tiene sabor… Si niega, querría decir que no flama (flama suena a llama, traducción más correcta: que no expulsa llamaradas). Y, sin embargo, es positivo. No lo entiendo.

Pero bueno, ese detalle lo podría pasar por alto de no ser porque la propia Amor me descoloca. Sí, sí, ya lo sé, el amor suele producir ese efecto. Pero, más aún, y refiriéndonos a la parte más técnica de la palabra, no tiene sentido. ¿Alguna vez te han dicho: ¡cuánto te mor!? No, jamás. Lo correcto sería decir: cuánto te odio. Pero Amor significa que no hay “mor”.

“Atomo”, “Anónimo”, “Ásono”: sin partes, sin nombre, sin sonido. Ergo, “Amor”= sin mor. ¿Qué narices es “mor”? Debe ser tan horrible que no sale en el diccionario. Quizá sea un antiguo conjuro, cual Bitelchús, y si se dice en voz alta viene el hombre del saco y te lleva a recorrer el infierno de Dante. O quizá algún científico de la calidad de Newton o Arquímedes dio con el efecto mariposa de la antigüedad. Si una persona decía Mor en Bretaña, un persa moría en las Termópilas. O quizá el tema sea filosófico: Platón concibió que “mor” estaba en el mundo de las ideas y no lo podía utilizar cualquiera, ¡sería un despropósito! O quizá sea un tema higiénico, relacionado con las grandes epidemias que asolaban Europa durante el Renacimiento. A lo mejor decir mor te causaba una llaga en la lengua que consistía en el primer atisbo de peste negra. O quizá es que fuera una palabra tabú de los lupanares de la Revolución francesa y por eso los principales enciclopedistas decidieron no incluirla, para que sus respectivas mujercitas no supieran dónde estaban cuando decían que iban al Jeu de Pomme. Y claro, también tenemos que contar con su indudable parecido a la palabra Morir. Morir, entonces, sería “ir a Mor”. ¿Mor puede ser el infierno? ¿O la sede del PP en Génova? Quizá ésa sea la solución. Las religiones han silenciado Mor (¡hasta el budismo!) porque es el verdadero fin y no quieren que sepamos lo que es en realidad.

¿Qué es Mor? Necesito saberlo, por favor ayuda a esta pobre joven Aneuronal.